Dicen que el buen hijo vuelve siempre a casa. Y quién soy yo para desmentir refranes.
A fin de cuentas, en el SENA es donde más he aprendido y el lugar en que mejores cosas me han pasado, siempre.
Aún recuerdo que, cuando leyeron el fallo del jurado, se me quebró la voz y no podía ni hablar. Lo único que atiné a decir fue "hace apenas cinco años estaba trochando monte, sin saber si amanecería viva o muerta, y hoy estoy aquí. Estoy aquí por los más de cincuenta mil desmovilizados del país, porque las segundas oportunidades valen la pena, y yo soy la muestra de esto". Y las lágrimas me cortaron la voz como afilada navaja. Lloré porque sabía todo lo que había sufrido entre uno y otro punto del camino, todos los esfuerzos, sacrificios, las noches sin dormir estudiando, los días trabajando hasta pelarme las manos, hasta encorvarme la espalda; los desprecios de mucha gente, las humillaciones incluso de los que consideraba mi familia...







