Diseño de Proyectos Sociales. Tenía pavor de abrir el link de la evaluación porque presentía que apenas lo hiciera y empezara a contestar, se iba a apagar la planta generadora del pueblo o la señal se iba a caer del todo y mi intento de contestar la evaluación iba a quedar flotando a la deriva en una nube eterna que -cual cometa con la cuerda reventada- empezaría a navegar hacia los confines del universo, escudriñando sus secretos y la profundidad de mi angustia existencial, como evidentemente pasó cuando iba por la mitad del fatal cuestionario, eran las nueve de la noche y no pudieron volver a prender el generador diesel que surte de electricidad a este poblado.
Aquí estoy, dos horas después, a oscuras, con esa extraña sensación de orfandad que me invade cuando la ley de Murphy me recuerda que estoy atada a los caprichos insondables de una providencia siempre tragicómica y adversa.
Hoy, sin embargo, le logré hacer trampa. No salió tan bien como hubiera merecido pero tampoco tan mal como hubiese sido posible. En medio del desespero por terminar la evaluación que había tenido que dejar como pan a medio masticar, se me ocurrió llamar a mi amiga Yoli Garcia, quien muy amablemente realizó tooooodos los pasos casi de comedia paranóica que la UNAD exige para entrar a su plataforma, incluído el ritual de geolocalización. Sí, imagínense, hasta satélite gringo de espionaje le meten a la vaina.
La idea era establecer comunicación con ella no bien entrara al campus virtual, para ir refiriéndole las respuestas al cuestionario online. Pero acá hasta la señal de WhatsApp confabuló en mi contra. La llamé vía telefónica, la señal se caía literalmente a cada minuto, así que completé la medio pendejadita de 28 llamadas consecutivas a la abrumada Yoli para poder llegar al final de la evaluación. Obvio, con tanta interferencia y ruido estacionario y colgadas y vueltas a marcar y etcéteras, se nos fueron tres o cuatro respuestas erradas. Creo que nunca había sufrido tanto para recibir en contraprestación apenas un pinche 7,5. Pero nunca me sentí más aliviada de no haberme ido en ceros. Gracias, Yoli. Y perdón por trasnocharte tanto.
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