Si pudiera especializarme en algún campo de la Psicología, elegiría sin dudar la Psicología Jurídica.
Quizás porque sé muy bien -y de primera mano- que los procesos psicológicos que llevan a las personas a cometer actos que tienen repercusiones legales, son bastante complejos pero, quizás, con la debida orientación y análisis, prevenibles. Quizás porque me apasiona encontrar ese leve, casi imperceptible límite que las almas desesperadas cruzan en algún momento y que les lleva a cometer acciones de las cuales a la larga, se tendrán que arrepentir, por una u otra razón. Tal vez porque entiendo ese abismo oscuro en el que yo misma me vi sumida alguna vez y que me condujo a hacer equilibrio sobre el borde de una filosa cuchilla, entre la vida y la muerte.
Ojalá cuando por fin me gradúe de esta vaina, pueda tener cómo especializarme. La vaina es para qué, y si el esfuerzo realizado se vea compensado, o no. Aquí nunca se sabe. Conozco gente que ha invertido hasta lo que no tiene por estudiar una carrera, una especialización, un magíster y, en últimas, han tenido que ponerse a manejar taxi o a vender empanadas.
En todo caso, sería bastante pintoresco, pasar de excombatiente a perito psicológico en temas jurídicos, ¿no?
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